Proporciones Armónicas

Las culturas antiguas y clásicas reflejaban en la mayoría de sus obras artísticas (incluyendo la Arquitectura) las proporciones y los patrones de formación de los fenómenos Naturales y de los seres vivos (como el mismo ser humano).
La Arquitectura buscó crear espacios armoniosos donde el hombre se sintiera bien. Para ello los antiguos arquitectos o maestros de obras se inspiraban en la Naturaleza y por ello tendían a utilizar estructuras simétricas y proporciones armónicas.
De entre ellas destaca la sección áurea o número de oro. Se caracteriza por su relación entre dos partes desiguales de un todo dado, la parte pequeña es a la mayor lo que la mayor es al todo. Y esta relación tiene unos cocientes proporcionales propios que son 0,618 y 1,618. Esta proporción recíproca es armoniosa y agradable al ser humano, este hecho fue demostrado por el científico Fechner en 1876. También se ha demostrado la analogía de las proporciones áureas con las armonías musicales fundamentales.

La forma y el volumen de una edificación, de su planta y de sus diferentes dependencias o habitaciones pueden ejercer un efecto sutil sobre las personas incidiendo fundamentalmente en su sensación de estabilidad, seguridad y orden, y en  general en su estádo de ánimo.
Las formas y los volúmenes resuenan con las ondas energéticas (como la luz y el sonido) que nos rodean. Las formas y especialmente en construcciones los volúmenes son amplificadores y creadores de señales electromagnéticas que resuenan con el medio, estas señales sutiles pueden ser o no armónicas. Antiguamente se conocía esta interacción y se procuraba construir edificios que generaran ondas armónicas. Hoy en dia con mas conocimiento y gracias a los recursos científico-técnicos que tenemos podríamos construir Armonía como hacían ellos, e incluso alcanzaríamos a superarla.

A modo orientativo podemos dar algunas pautas sobre formas y volúmenes y su relación con la Armonía:

ü      Las formas cuadradas y los volúmenes cúbicos de altura proporcional al hombre, las formas rectangulares regulares y proporcionadas (con proporciones similares al cuadrado, podríamos cifrar de hasta 1:2) y sus volúmenes de altura proporcional a nosotros son los más armónicos. Su efecto sobre la persona suele ser en mayor o menor medida siempre estabilizante y ordenante. Son volúmenes y formas asociadas a la energía de la Tierra, a la fuerza del orden, de la estructura y el asentamiento material.

ü      Las formas y volúmenes de espacios con base circular u oval son formas vinculadas al movimiento y por tanto no proporcionan esa estabilidad básica. Podemos observar como muchos pueblos y grupos nómadas han utilizado y utilizan precisamente el círculo como base de sus estructuras móviles. Son volúmenes y formas asociadas al cielo, al movimiento de las órbitas celestiales, al movimiento de elevación para la conexión con lo espiritual.
Por otro lado las formas circulares en grupos humanos (por ejemplo en mesas o en disposiciones grupales) proporcionan por su configuración un mayor acercamiento e igualdad, tendiendo a favorer sutilmente las relaciones.

La asociación Tierra con cuadrado y Cielo con círculo es muy antigua, eran consideradas las formas más perfectas y sagradas por muchas culturas y en distintos tiempos. También se relacionaron con el cuerpo humano, la “cuadratura del círculo” que se realiza al inscribir al hombre dentro de ambas figuras como hizo Leonardo da Vinci. De este modo simbólicamente se sugiere que aunamos las diversidades de Cielo y Tierra.

ü      Las formas regulares triangulares, pentagonales, hexagonales o de más lados y sus volúmenes son formas mayoritariamente de movimiento.
En especial el triángulo y el octógono. El triángulo por ser la forma asociada al número tres, el número del movimiento, y el número del tiempo. Y el octógono por ser quizás la forma que más quiere semejarse al círculo. De hecho, la forma octogonal ha sido muy utilizada en los edificios religiosos donde se busca el movimiento de elevación al cielo.

ü      Las formas asimétricas, irregulares y/o desproporcionadas y sus volúmenes, son las más desarmónicas para el ser humano. Su efecto sutil suele ser desestabilizante de por sí, en mayor o menor grado según cada configuración y persona. En algunos casos pueden llegar a provocar estados de irritabilidad.

En la mayoría de los casos y especialmente en viviendas, el espacio debería ser predominantemente “Tierra” para favorecer la estabilidad y el asentamiento de los procesos y circunstancias vitales que en él suceden. El movimiento y las dinámicas las establecen las circunstancias y las personas, no suele ayudar para nada que el espacio lo mueva y lo active todo sin más.

Si habitamos espacios de formas y volúmenes con efecto movimiento y queremos aumentar nuestra sensación de estabilidad podemos compensar el efecto desestabilizante de todas estas formas y volúmenes "cuadrando" los espacios interiores (en especial el dormitorio y las zonas de más permanencia) con divisiones como paredes, biombos, cortinas, muebles, plantas... que reproduzcan las formas estabilizantes O bien de modo más sutil utilizando elementos y materiales constructivos y decorativos vinculados a la energía de la Tierra como los que ya se han descrito con anterioridad al hablar de la edificación y el asentamiento.


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