La Arquitectura como reflejo de la esencia de un lugar
Afortunadamente vivimos en un planeta muy diverso, con características
paisajísticas diferentes y únicas en cada lugar. Además convivimos multitud de
razas y culturas que aportan una gran variabilidad de costumbres ancestrales
que nos diferencian y enriquecen con sus matices peculiares
Esta maravillosa diferenciación entre lugares y/o culturas se ha visto
reflejada desde la antigüedad en las construcciones características de nuestras
aldeas y ciudades en todos los continentes. Y eso, a mi entender, es
fundamental mantenerlo para no perder nuestras raíces y nuestra identidad
cultural
Por otro lado, siempre se han utilizado para la construcción los materiales
naturales primarios propios del entorno cercano: piedra, cerámica, madera,
tierra, paja… A finales del siglo XIX con la llegada del hormigón armado la
construcción fue cambiando… Su uso se fue imponiendo porque parecía el material
ideal para obtener estructuras mejores. Se presenta como más recomendable
básicamente por su adaptabilidad a todo tipo de formas arquitectónicas, por su
alta resistencia al fuego, por su capacidad de oposición a las deformaciones
por todo tipo de fuerzas y por su poco mantenimiento
Pero el cemento armado ha permitido construir edificaciones que desafían
las leyes naturales, como los gigantescos rascacielos que compiten en altura y
proliferan por todo el planeta. Y también ha contribuido a la progresiva
masificación de estructuras muy duras en nuestras aldeas y ciudades (así por
ejemplo las llamadas plazas duras precisamente por su carácter)
Todo ello ha hecho que, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo
pasado, nuestras aldeas y aún más nuestras ciudades se hayan ido endureciendo.
Y a la vez se hayan creado ambientes cada vez más desconectados de la
Naturaleza en general y de la propia del entorno cercano en particular
Ya en la década de los 60 el genial cineasta y cómico francés Jacques Tatí
ironizaba sobre este hecho en su película Playtime. Presentaba un París
despersonalizado igual a cualquier otra ciudad moderna, sólo fugazmente un
reflejo en un cristal permitía a una turista asombrarse al ver la Tour Eiffel.
Y en una agencia de viajes se veían carteles con fotografías de distintos
destinos internacionales con el mismo rascacielos en todas ellas ocupando todo
el protagonismo y tan sólo alguna pequeña nota distintiva del lugar a los
márgenes...
No se trata de anclarnos en el tiempo pero, a mi entender, sería favorable
recuperar esa conexión con la Naturaleza del entorno en nuestras edificaciones.
Pero no artificialmente, como se muestra en la excelente película El Olivo de Icíar
Bollaín donde un árbol es arrancado de su tierra original e incrustado en una
edificación hostil y “muerta”
Sino que la propuesta sería actualizar la sabia arquitectura tradicional.
Así, por ejemplo, procediendo a abrir más superficies acristaladas frente a las
pocas aberturas presentes en las edificaciones antigüas (motivadas
principalmente por las condiciones climáticas adversas, hoy en día disponemos
de mejores recursos técnicos aislantes). Pero siempre utilizando más materiales
naturales de proximidad y menos hormigón armado. Criterios que se aplican
actualmente en la denominada Bioconstrucción. Volver a utilizar la madera, la
cerámica, la piedra, el corcho… Recuperar la conexión con la Naturaleza:
honrarla, sentirla, tocarla, olerla…(el placer de caminar descalzos por un
suelo de madera sin barnices sintéticos, por ejemplo). Y suavizar y dulcificar
los ambientes demasiado duros de nuestras aldeas y ciudades, buscando (además
de su utilidad) la Armonía natural y la Belleza con mayúsculas
Crear estructuras arquitectónicas favorables a la Vida en donde las
personas se sientan tan bien como en un espacio exterior natural sin intervención
del hombre. Del mismo modo que el jardinero auténtico crea ambientes naturales
sublimes en los cuales reproduce con su Arte la esencia de la Naturaleza. Y
digo sublime no como majestuoso sino como Bello, único y especial; por ejemplo la
sencillez de un estanque de nenúfares con un puente que lo cruza en el jardín
del pintor Claude Monet
En otro orden de cosas, buscando una lectura más psicológica-anímica, las
estructuras de hormigón con su dureza y su rigidez pueden simbolizar estas
características en la personalidad de nuestra sociedad actual. A la vez, el
cemento y su aliado el asfalto nos aíslan de la necesaria conexión a Tierra,
nuestra Madre a la que estamos tan ligados seamos o no conscientes de ello
Necesitamos recuperar esta conexión con la Naturaleza, con nuestra Madre
Tierra. Dejar de lado ya la asepsia (no pasa nada por embarrarse cuando llueve
por ejemplo), los criterios económicos sobre el coste del mantenimiento de las
edificaciones y estructuras (la priorización de la economía sobre cualquier
otro aspecto), la lucha de egos por ver quién desafía más osadamente las leyes
de la Naturaleza y otros factores hasta ahora dominantes en nuestras sociedades demasiado masculinas
Y permitir dar entrada a valores femeninos ancestrales relegados por la
visión dominante. Valores como el respeto y el goce con los elementos como el
viento o la lluvia, el placer de sentir y percibir las propiedades benéficas de
los materiales naturales constructivos o el dejar de priorizar la competencia y
el dominio para destacar sobre los demás (cada uno somos únicos, no es
necesario vencer a nadie). Darles protagonismo a estos y otros muchos valores fundamentales
de lo femenino en todos los ámbitos de nuestra Vida, también en nuestros
entornos urbanos y edificaciones.
Recuperar lo femenino para complementar lo masculino desconectado y vacío,
dejar ya de contener y aprisionar a la Naturaleza a la que erróneamente se teme
y contra la que a menudo se lucha. Comprender sus leyes y danzar con ellas
respetándolas. Tanto fuera como dentro, en nuestro entorno exterior y en
nuestro espacio. Y favorecer así la recuperación de la conexión con lo femenino
interno de cada uno de nosotros, mujeres y hombres. Ello reportará una mejoría en el ámbito de
nuestras relaciones primero con nosotros mismos y luego con los demás. Todo un
reto, Vivir en Armonía con la Naturaleza externa para ayudar a lograr vivir en
Armonía con la Naturaleza interna. La necesaria Armonía interior en cada uno de
nosotros como el origen de la anhelada y auténtica Paz.
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